Los oyentes preguntan por el solanero DIEGO VILLEGAS

En la localidad ciudadrealeña de La Solana, hay un nombre que se repite a lo largo de la historia y del que poco se sabe, salvo que fue dueño y señor de una gran cantidad de tierra y que vivió en un palacio mandado construir por el mismo en la localidad.

Diego Villegas era el hijo menor del “merino” o “adelantado mayor de Castilla”, Ruy Pérez de Villegas. Los merinos o adelantados  eran los jueces con responsabilidades jurisdiccionales amplias, sobre todo si se era merino mayor de Castilla, cargo nombrado directamente por el rey.

Diego Villegas fue armado caballero, junto al escritor conquense Diego Valera, lo que hizo que ambos mantuvieran una amistad que les duró toda su vida, a pesar de que tomaron caminos distintos.

Villegas contrajo matrimonio con Aldana Osorio, hija del comendador de La Solana, Lópe Álvarez Osorio. Este fue enviado a la encomienda de Socovos (Albacete), y su yerno, tras recibir el hábito de Santiago, le sustituyó en el cargo y con ello se convirtió en mosén Diego Villegas, que ejerció como comendador de la Orden de Santiago en la zona entre los años 1440 y 1477.

Villegas heredó de su padre los señoríos de Cóbreces y Alhambra. El primero en Cantabria, estaba lejos de su residencia habitual y Alhambra (Ciudad Real) había quedado muy mermada la población debido a un brote de peste. Por esta razón cuando Diego pensó dónde fijar su residencia, decidió hacerlo en una pequeña aldea en expansión que estaba siendo poblada por pastores que venían del norte buscando un clima más liviano. Esa aldea era conocida por el nombre de su fuente: La Solana.

En este lugar la Orden solo disponía de una pequeña casa, por ello Villegas decidió comprar una gran cantidad de tierra a los vecinos y comenzó a levantar su propia casa en la localidad.

En un tiempo en el que los ataques de los almohades estaban a la orden del día en estas tierras, Diego buscó la seguridad para sí mismo pero también para sus vecinos, por ello se apropió de una torre semi derruida que fortificó levantando varios pisos sobre ella y a su alrededor construyó un cortijo defensivo, que contribuyó a la rápida repoblación de la zona, ya que un buen grupo de pastores se sintió más seguro una vez levantada la torre.

Eran los tiempos en los que no existían las comunicaciones, radio, teléfonos ni ordenadores, la mayor parte de la información venía por la vista y sería mayor cuanto más grande fuera el alcance de la misma, de ahí la idea de elevar la torre y convertirla en una de las más altas de la provincia, y por tanto más segura, como así fue.  

Diego Villegas ejerció como maestre de la Orden de Santiago, como miembro del Consejo de la Orden, por sus conocimientos jurídicos y como “Trece de la Orden” encargado de asesorar, elegir y deponer maestres en la zona, si lo consideraba oportuno, lo que unido a su situación social da una idea del poder que la familia Villegas tenía en aquel momento y en aquel lugar.

Ya anciano legó su cargo a su hijo, aunque él siguió viviendo allí hasta su muerte acaecida en el año 1482. Tras lo cual fue enterrado en la ermita de San Sebastián junto a su esposa, tal como dejó establecido y dónde aún hoy permanece.

Diego Villegas es un hombre, hoy apenas conocido, que consiguió que La Solana dejara de ser aldea, para convertirse en la preciosa Villa es. Su cuerpo reposa en la ermita de San Sebastián y su palacio sigue en pié en la plaza a la que da nombre. Declarado Monumento de Interés Artístico en 1981 y restaurado entre los años 1990 y 1993, tras su adquisición por parte del Ayuntamiento, por la Escuela Taller de La Solana convirtiéndola en centro cultural con sala de exposición, auditorio y aulas de formación además de Oficina de Turismo. Pero lo más llamativo sigue siendo su torre, que hoy forma parte de la Iglesia de Santa Catalina.

P. Moratilla

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